martes, 15 de noviembre de 2016

CARTA A MI EXDOCTOR Y A TODOS LOS DOCTORES

No hay nadie que pueda explicar mejor lo que sentimos en nuestro cuerpo cada día mejor que nosotros mismos, no hay nadie que pueda valorar mejor el dolor físico o su ausencia que quien vive en su propia piel cada segundo.

Cuando algo no va bien y esa sensación de seguridad, dominio de nosotros mismos empieza a escaparse, solemos entregarle a otros la palabra. Doctor, cuando voy a verle es porque confío en que usted como yo cuando trabajo, está entregando todo de sí para demostrarme que es el mejor, el adecuado, que va entender mi necesidad, mi problema, mi incertidumbre y espero con fe que pueda comprender que necesito sentirme yo otra vez.

Tengo que decirle que cuando se apresura, no escucha mis palabras y presupone sin indagar más a fondo, me defrauda y tengo que agregar que se defrauda a usted mismo. Quizás no lo vea, al final salimos por su puerta y entrará el siguiente y nos convertimos en parte de su lista de procedimientos.

Una porción de mi vida he estado entre doctores, he salido y entrado de hospitales, de consultas, de emergencias, he conocido profesionales de salud maravillosos y a los cuales debo mucho, pero también he sentido la otra parte y tristemente he vivido el año más difícil de mi vida porque uno de ustedes no creyó en mi palabra, en mi sentir, en mi cuerpo y determinó con voz firme e irrefutable que estaba yo equivocada. 

Doctor... nunca estuve equivocada, le creí a su voz y a su talento, pero me defraudó, rompió mi corazón y me entregó sin remordimiento el reto de mi vida, por fortuna no temo a los retos y he tenido el apoyo de los que siempre han estado conmigo y estoy segura que saldremos como siempre adelante, pero el sentirme limitada e incompleta y un poco asustada es parte su culpa, se olvidó de darme un minuto más, de preguntarse si quizás mis palabras tuvieran algo de verdad. 

No se olvide de nosotros, los pacientes, los humanos reales que esperamos lo mejor de usted, escuchar es de sabios dicen, no pierda la perspectiva por un horario, un evento que lo espera fuera de su sala de consulta, deme su tiempo completo y si lo hace, todo con seguridad saldrá bien.

P.D. A todos los que amo, y a los que no conozco que luchan como yo cada día con su cuerpo, les pido con toda mi fuerza que NUNCA duden de su propio sentir. Tenemos el derecho a exigir lo mejor porque todos nos merecemos un trato justo y apropiado.  

Triunfaremos!! 

ilustración Fernando Vicente

domingo, 16 de octubre de 2016



Sigo siendo yo cada instante, cada día del año por el resto de mi vida.

Cuando tienes una enfermedad invisible, sin que puedas evitarlo es tu compañera de vida, tu realidad, tu inevitable traje que no pudiste elegir, es una definición de ti mismo que no puedes olvidar y que marca tus pasos cada día.


Quisiera decir que es sencillo; piece of cake! pero no lo es, esa parte tan humana de anhelar lo que no se tiene siempre está presente, más por desear un poco de normalidad que querer ser algo que no somos. Anhelamos los días buenos, disfrutamos los mejores y soñamos que quizás solo quizás, aunque existiera una remota posibilidad que el dolor, la ansiedad y el miedo que a veces sentimos no regresen. 


La invisibilidad no hace las cosas inexistentes, están presentes, son reales y se sienten tanto o más que aquello que podemos ver. Cuando sabes que es posible, quiero pensar que somos más sensibles, más abiertos, más dispuestos a creer lo inverosímil, aprendemos a no juzgar, a aceptar la diferencia porque no hacerlo sería negarnos a nosotros mismos y tenemos un espíritu soñador porque esperamos que las cosas puedan mejorar, que nosotros podemos mejorar, que llegaran los días buenos, los excelentes, los que podemos vivir al máximo.


Cuando me mires mírame a mi, a mi completa; mira detrás de mi invisibilidad porque esta soy yo, viviendo mi lucha cada día. No me juzgues cuando no pueda, cuando no llegue, cuando no me sienta bien, a veces hay malos días. Pregunta lo que quieras y necesites saber porque poder hablarlo nos aligera la carga, nos hace menos extraños, menos invisibles, más reales y nos da sentido de pertenencia, nos da más seguridad porque una mano extendida es un amigo más en un camino que no suele tener muchos. 


Esta soy yo, y tengo CUCI