domingo, 2 de agosto de 2015

DEPRESIÓN 

En el mundo de hoy es cada día más común escuchar que alguien cercano está deprimido; quizás por las presiones del día a día, quizás porque no nos sentimos cómodos con nosotros, por problemas sin resolver o por aquellos que no nos dejan dormir tranquilos. 

Yo, en particular toda mi vida, desde que recuerdo, hubo siempre algo que no me hacía sentir igual a otros, me sentía a veces sola, a veces fea, a veces gorda, a veces incomprendida, a veces todo junto, a veces solo diferente, pero CUCI me hizo sentir enferma, desagradable y muy ansiosa. Mi adolescencia no fue fácil, siempre me sentí la última en todo, la invisible, esa que eligen al final en el equipo y aunque suene un poco patético y triste, hoy ya con cabeza fría reconozco que entre todo eso salí más fortalecida y aprendí grandes lecciones que me permiten ser yo. 

Reconocer que estás deprimido nunca es sencillo, porque es reconocer que no has podido poner tu cabeza en orden y te has debilitado interiormente. Cada vez que veo una historia de superación personal de alguien que lucha como yo con una enfermedad difícil, que sobrevivió un accidente o quizás una horrible experiencia de vida me siento incómoda. Una parte de mi quiere ser como ellos, quiere ser ese modelo a seguir que sea inspirador y fantástico, y otra parte quiere leer en sus ojos el secreto de su fortaleza y sus logros.

Hace aproximadamente unos 14 meses, estuve en el punto más bajo de mi vida, más ansiosa, temerosa de mi cuerpo por mi enfermedad; ya no quería salir a la calle, estaba asustada!! tuve algunos ataques de ansiedad, no quería hacer nada más que dormir y esperar sentirme mejor cada mañana. Dejas de reconocerte y te pierdes en pensamientos nocivos y sabes que necesitas hacer algo pero es como estar atrapada en un cubo del que no puedes salir. Y acostumbrada a llevar tan en privado por vergüenza mis proezas diarias con mi panza, estaba perdida! Temía hacer algo algo al respecto, y aunque escuchas a los que te aman aconsejarte, es como si no entendieras su idioma, hasta que un día algo hace click...

Mi gastroenterólogo me insistía que debía relajarme, dejar las preocupaciones de lado porque mi intestino se estaba llevando la peor parte. Me remitió de urgencia con un psicólogo clínico pero tardé 6 meses en dar ese paso... lo sé... demasiado, pero necesité sentirme en el abismo para sentarme en su sillón. Lloré... lloré mucho, creo que las dos primeras sesiones solo hablamos de mi panza y mis sentimientos hacia mi propio cuerpo, de las cosas que me perdía todos los días, de lo que odiaba, de eso que no me dejaba ser yo. Para aquellos que ya han tenido esta experiencia, sabrán que simplemente hablamos y terminamos develando nuestros más profundas historias, temores y luchas demoniacas internas. y así me pasó... gracias a Patricia, mi psicóloga, mi cabeza hizo click y me explicó que a veces nuestra química cerebral  necesita un poco de ayuda y estuve con ansiolíticos por un período y tengo otras algunas ayudas que uso de forma temporal. Después de unas 10 sesiones todo se hizo claro para mi y emprendí una misión con mi mente para recuperar mi confianza. 

Cada día es una lucha para mi, pero decidí que necesitaba hacer las pases con mi colón, aceptarlo como era porque es parte de mi y entrenar a mi mente para alcanzar algo de calma y vivir el día a día más feliz. Dar el primer paso fue importante y estoy en mi propia búsqueda continua, y si nuevamente veo días grises sin ningún rayo de sol, no dudaré en sentarme nuevamente en ese sillón y buscar otros clicks que me permitan continuar mi vida.

Si como yo, tienes alguna situación de salud debilitante, si de algún modo te sientes en un abismo sin retorno, pide ayuda profesional, fue la mejor recomendación profesional que mi doctor pudo darme. Solo nosotros mismos podemos trabajar en el camino de nuestra recuperación, sin nuestro amor propio es solo dar vueltas en círculos.



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